León XIV comienza su segunda jornada del viaje a Beirut acudiendo como peregrino al monasterio de Annaya, donde reza en la gruta que custodia los restos del monje: “Mis predecesores lo habrían deseado tanto”. Desde este lugar de donde brota “un río de misericordia”, el Pontífice pide la paz para el mundo. Una paz que, afirma, “solo nace de la conversión de los corazones”.