En el santuario mariano de Harissa, el padre Charbel Fayad, sacerdote que presta servicio en las cárceles libanesas, cuenta a León XIV que, en esta misión, la misericordia «no es una idea, sino un rostro: el del recluso que llora mientras recibe la Eucaristía, el del guardia que aprende a perdonar, el de la madre que espera a su hijo con esperanza».