Francisco recibe a los participantes en el Consejo de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén y dirige un pensamiento a Tierra Santa: “Han muerto tantos inocentes… Somos testigos de una tragedia en los lugares donde vivió el Señor, donde nos enseñó a amar y a perdonar”. Invita a los miembros de la Orden a formar y formarse “a una caridad universal e inclusiva”.
Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano
El pensamiento es para Tierra Santa, desgarrada por la violencia y por un conflicto que ya ha causado miles de muertos. Las palabras del Papa suenan casi a llanto: “Asistimos con tristeza a una tragedia que tiene lugar precisamente en los lugares donde vivió el Señor, donde nos enseñó con su humanidad a amar, a perdonar y a hacer el bien a todos. Y en cambio los vemos desgarrados por un tremendo sufrimiento que afecta sobre todo a tantos inocentes, a tantos inocentes muertos”.
Francisco expresó su dolor por la situación en Tierra Santa durante su audiencia a los participantes en el Concilio de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, que reunió en Roma a caballeros, damas, tenientes, delegados magistrales y este año también a obispos grandes priores.
Estoy espiritualmente unido a vosotros, que ciertamente vivís esta reunión del Concilio compartiendo el gran dolor de la Iglesia Madre de Jerusalén e implorando el don de la paz.
Formación espiritual y organizativa
A continuación, el discurso de Francisco se centró en el tema de la Consulta, la formación. Formación para los que aspiran a entrar en la Orden; formación permanente para los que ya participan en su vida y misión; formación de los que ocupan puestos de responsabilidad desde el punto de vista espiritual, “conscientes del alto compromiso moral asumido ante el Altar”, y la relativa a la organización de las actividades y la administración de los recursos, “para responder de manera continua y adecuada a las necesidades de Tierra Santa”.
El símbolo de la Cruz
Cuatro líneas fueron indicadas por el Papa: “Formación inicial y permanente, práctica y espiritual”. Cuatro líneas representadas en el signo de la Cruz, que destaca claramente en los mantos de los miembros de la Orden. La cruz, dice, con su brazo horizontal “recuerda el compromiso para que la entrega a Cristo crucificado y resucitado abarque toda vuestra vida, y en la caridad os haga cercanos a cada hermano y hermana”. Mientras que con el vertical, “recuerda la inalienable complementariedad, en vuestro camino, entre la vida de oración y el servicio a los hermanos, atento, cualificado, bien enraizado en las realidades en las que actuáis, orientado al bien total de la persona”.
Compromiso con los necesitados
En este sentido, recordando los Estatutos que “constituyen la vía maestra” por la que moverse como Orden laical, Francisco exhorta a “asociar hombres y mujeres comprometidos en una participación más plena en la vida de la Iglesia”, partiendo de la Iglesia “Madre” de Jerusalén y abriéndose al mundo entero.
Con esta mirada universal, estáis llamados a ser una Orden que, fuerte en su propia identidad, participe en el misterio de la caridad de la manera más bella, abierta y disponible, dispuesta a asumir aquellos servicios que el Señor requiere a través de las necesidades de los hermanos: desde la educación infantil en las escuelas hasta la solidaridad concreta con las categorías más frágiles, como los ancianos, los enfermos, los refugiados.
Una caridad practicada con inteligencia y fantasía
“Formar y formarse”, por tanto, “a una caridad universal e inclusiva”, dice el Papa. Para ello, dice, hay que estudiar la historia de la Orden y, “en un contexto de escucha y oración”, aplicarse a adquirir las competencias para responder a las necesidades del prójimo: “Este es un gran servicio que podéis hacer hoy a la Iglesia y al mundo”, subraya el Pontífice.
En toda época, incluso en la nuestra marcada por el paradigma tecnocrático, hay una gran necesidad de personas que practiquen la caridad con inteligencia y fantasía.