El Santo Padre, en la mezquita de Bakú, recuerda que Dios “no puede ser invocado por intereses partidistas y fines egoístas”
La visita de papa Francisco a Azerbaiyán ha concluido con el encuentro interreligiosos que se ha celebrado en la mezquita de Bakú. Un gran signo –ha definido el Papa– reunirse en amistad fraterna en este lugar de oración, un signo que manifiesta esa armonía que las religiones juntas pueden construir a partir de las relaciones personales y de la buena voluntad de los responsables.
Antes de celebrarse el encuentro, el Santo Padre se ha reunido en privado con el líder de los musulmanes del Cáucaso, Allahshukur Pashazadeh, después de visitar juntos la mezquita.
En su discurso, el Pontífice ha observado que de la concordia que existe entre las religiones se beneficia Azerbaiyán, “que se distingue por la acogida y la hospitalidad, dones que he podido experimentar en esta memorable jornada”.
Este encuentro –ha precisado Francisco– está también en continuidad con las muchas reuniones que tienen lugar en Bakú para promover el diálogo y la multiculturalidad. “Abriendo las puertas a la acogida y a la integración, se abren las puertas de los corazones de cada uno y las puertas de la esperanza para todos”, ha asegurado.
La fraternidad y el intercambio son invocados y esperados “por quienes desean el bien común, y sobre todo agradan a Dios, compasivo y misericordioso, que quiere a los hijos e hijas de la única familia humana más unidos entre sí y siempre en diálogo”.
Asimismo, ha querido subrayar que “abrirse a los demás no empobrece, sino que más bien enriquece, porque ayuda a ser más humanos”. Es decir, “a reconocerse parte activa de un todo más grande y a interpretar la vida como un regalo para los otros”.
Las religiones, ha explicado el Papa, están llamadas a hacernos comprender que el centro del hombre está fuera de sí mismo, que tendemos hacia lo Alto infinito y hacia el otro que tenemos al lado. Por lo tanto, “la religión es una necesidad para el hombre, para realizar su fin, una brújula para orientarlo hacia el bien y alejarlo del mal, que está siempre al acecho en la puerta de su corazón”. Así, ha afirmado que “nosotros, como guías”, “tenemos una gran responsabilidad para ofrecer respuestas auténticas a la búsqueda del hombre, a menudo perdido en las vertiginosas paradojas de nuestro tiempo”.
Por otro lado, ha advertido de que la sociedad humana “debe vencer la tentación de instrumentalizar el factor religioso”. Las religiones –ha insistido– nunca han de ser manipuladas y nunca pueden favorecer conflictos y enfrentamientos.
Además, ha asegurado que toda sociedad civil tiene la tarea de apoyar la religión y para ello es necesario “garantizar una efectiva y auténtica libertad”. Sin utilizar ‘pegamentos’ artificiales que obliguen al hombre a creer, imponiéndole un determinado credo y privándolo de la libertad de elección ni han de entrar en las religiones los ‘clavos’ externos de los intereses mundanos, de la ambición de poder y de dinero.
Porque Dios “no puede ser invocado por intereses partidistas y fines egoístas, no puede justificar forma alguna de fundamentalismo, imperialismo o colonialismo”, ha añadido.
Por el otro lado, el Pontífice ha asegurado que la oración y el diálogo están profundamente relacionados entre sí, “nacen de la apertura del corazón y se inclinan hacia el bien de los otros, enriqueciéndose así y reforzándose mutuamente”.
Asimismo ha exhortado por una paz verdadera, duradera “animada por el valor de superar las barreras, de erradicar la pobreza y la injusticia, de denunciar y detener la proliferación de armas y las ganancias inicuas obtenidas sobre la piel de los otros”.
Al respecto ha insistido en que “no es tiempo de soluciones violentas y bruscas”, sino “la hora urgente de emprender procesos pacientes de reconciliación”.
Finalmente, el Santo Padre ha pedido que en esta querida región del Cáucaso, “las religiones sean vehículos activos para superar las tragedias del pasado y las tensiones de hoy”.
Al concluir el encuentro, el Santo Padre se dirige al aeropuerto para regresar a Roma.
Fuente: ZENIT