Lectura del libro del Génesis 9,1-13
Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles: «Crezcan, multiplíquense y llenen la tierra. Todos los animales de la tierra los temerán y respetarán; aves del cielo, reptiles del suelo, peces del mar, están en su poder.
Todo lo que vive y se mueve les servirá de alimento; se lo entrego, lo mismo que los vegetales. Pero no coman carne con sangre, que es su vida. Pediré cuentas de su sangre y vida, y se las pediré a cualquier animal; y al hombre le pediré cuentas de la vida de su hermano. Si uno derrama la sangre de un hombre, otro derramará la suya, porque Dios hizo al hombre a su imagen. Ustedes crezcan y multiplíquense, muévanse por la tierra y domínenla.»
Dios dijo a Noé y a sus hijos: «Yo hago un pacto con ustedes y con sus descendientes, con todos los animales que los acompañaron: aves, ganado y fieras; con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Hago un pacto con ustedes: el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra.»
Y Dios añadió: «Ésta es la señal del pacto que hago con ustedes y con todo lo que vive con ustedes, para todas las edades: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra.» Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 101
R/. El Señor desde el cielo se ha fijado en la tierra
Los gentiles temerán tu nombre, los reyes del mundo, tu gloria. Cuando el Señor reconstruya Sión, y aparezca en su gloria, y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones. R/.
Quede esto escrito para la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor. Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte. R/.
Los hijos de tus siervos vivirán seguros, su linaje durará en tu presencia, para anunciar en Señor el nombre del Señor, y su alabanza en Jerusalén, cuando se reúnan unánimes los pueblos y los reyes para dar culto al Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8,27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?»Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Palabra del Señor.
Meditación
Por fin Jesús está en camino, a solas con los discípulos y aprovecha la oportunidad para inquirirles acerca de los comentarios de la gente en torno a él, y de paso practicarles también a ellos la pregunta, ¿y ustedes, quien dicen que yo soy? Con la respuesta se entera de que las opiniones están divididas, unos lo confunden con los profetas Elías y Juan el Bautista, o con otros personajes bíblicos.
Pedro es escogido para responder la interrogante en representación de los demás discípulos y este hace profesión de fe, afirmando convencido: Tú eres el Cristo. Esta sola frase, en adición a “Comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo, ¡Hijo de Dios!”, que inicia su evangelio, condensa dos verdades fundamentales de la fe cristiana, que Jesús complementa con el anuncio de su inminente sufrimiento y posterior muerte.
Dicho esto, Pedro lleva aparte a Jesús y trata de convencerle de no decir tales cosas, pero entonces El le reprende, exigiéndole mantener en secreto su anterior afirmación, que entra en consonancia con el comienzo del libro de Marcos. El tiene que asumir un bautismo de dolor convirtiéndose en victima sacrificial y mientras eso no ocurra, esta verdad debe estar a resguardo de los hombres.
Vulnerar esta exigencia emparenta al que lo haga con el dedo acusador (eso es lo que significa Satanás), el que separa del camino de Dios, vale decir, en este caso de la misión redentora.
Las manifestaciones previas del poder divino de Jesús, tuvieron la máxima importancia para la confesión de fe de los discípulos a través de Pedro. Ahora se entiende plenamente la importancia de la interrogante al calmar la furia de los elementos, en Mt 8, 26-27: ¿Quién es este que hasta los vientos y el mar le obedecen? La respuesta ya está clara, el es Cristo y Señor, el Mesías esperado, el hijo de Dios.
Resulta un acto de capital importancia entender que Jesús el crucificado cumplió su cometido convirtiéndose luego en Cristo el resucitado, para reparación de las faltas del pecado y sus frutos de muerte, con un efecto trascendente, único e irreversible, de una vez y para siempre.
En el hoy, aquí y ahora, esta realidad también nos toca, y nos corresponde como a Pedro hacer confesión de fe, del significado que tiene para toda la humanidad, lo mismo que para nosotros, Cristo en nuestras vidas. ¿Quién es Jesucristo en tu vida?