Lectura del santo evangelio según San Marcos 8,14-21
En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les recomendó: «Tengan cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.» Ellos comentaban: «Lo dice porque no tenemos pan.» Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué comentan que no tienen pan? ¿No acaban de entender? ¿Tan torpes son? ¿Para qué les sirven los ojos si no ven, y los oídos si no oyen? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogieron cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Se acuerdan?»
Ellos contestaron: «Doce.»
«¿Y cuántas canastas de sobras recogieron cuando repartí siete entre cuatro mil?» Le respondieron: «Siete.» Él les dijo: «¿Y no acaban de entender?» Palabra del Señor.
Meditación
Hoy tenemos una expresión tan fuerte y de firmeza inconmovible de Santiago que nos hace meditar en nuestra conducta diaria. “Dios no tienta a nadie” (St 1, 13). Son nuestros propios malos deseos que nos hacen producir el mal (St 1,-14). Si somos capaces de dominar nuestros malos deseos entonces, seremos premiados con la vida eterna. Dios no tienta, el que tienta es el maligno y Dios lo permite porque respeta nuestra libertad y no nos obliga, sino que nos llama a participar de su acción salvífica libre y voluntariamente.
En el Evangelio, Cristo hace una advertencia a los discípulos: cuidarse de la levadura de los fariseos y de Herodes. Sin pretenderlo, los discípulos estaban actuando tal y como lo hacía este grupo, que se regía por leyes rígidas, suscitándose controversias entre ellos por cuestiones de posiciones y poder.
Jesús anunciaba un mensaje marcadamente novedoso que la mente embotada no podía asimilar. Era preciso mirar esas novedades con ojos nuevos, mente abierta y receptiva, despojados de prejuicios. Lo mismo que ocurre con nosotros hoy en día, teniendo al Señor con nosotros, lo perdemos de vista para enredarnos en las realidades temporales, que, sibien son necesarias, no deben ocuparnos permanentemente.
Hoy tenemos que reconocer quienes son los fariseos y el Herodes que nos asechan y que están a nuestro lado e impiden que la acción salvífica de Jesucristo se realice en nosotros. Repetimos y hacemos nuestra la oración que le hace Jesús al Padre: “no te pido que los saque el mundo, sino que los guarde del maligno” (Jn 17,15).
Los apóstoles vieron los signos que Jesús realizó entre ellos. Ojalá nosotros abriéramos nuestros ojos y oídos a las obras buenas que Dios hace continuamente entre nosotros.