La autoridad imperial encargada de la ciudad sabía que Lorenzo era administrador de los bienes eclesiales y lo mandó llamar. Una vez que Lorenzo estuvo en su presencia, el prefecto le exigió que entregue los tesoros de la Iglesia que estaban a su cargo y, con ello, costear la próxima campaña militar del emperador. El Santo le pidió tres días de plazo para cumplir el cometido, a lo que el prefecto asintió. Con ello, Lorenzo ganó tiempo para deshacerse de todo.
Al cumplirse el plazo, el diácono juntó a un grupo de gente muy pobre entre lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos a los que él habitualmente ayudaba con limosnas. Junto con ellos se presentó ante la autoridad, diciendo que esos eran los tesoros más preciados de la Iglesia de Cristo.
Por esta acción, considerada una afrenta, Lorenzo fue condenado a muerte. La orden era que muriese lenta y dolorosamente sobre una parrilla de hierro encendida por haber desafiado la autoridad del emperador. El testimonio sobre su martirio da cuenta del esplendor de su rostro ante la muerte, y se dice que podía sentirse un aroma agradable en medio de la cruel escena. Ese mismo relato añade las palabras que el joven Lorenzo, fortalecido por la gracia, alcanzó a pronunciar mientras se quemaba, para sorpresa de sus verdugos: “Assum est, inqüit, versa et manduca” (“Asado está, parece, dale la vuelta y come”). Esto sucedió el 10 de agosto del año 258.
El martirio de San Lorenzo produjo un crecimiento del número de bautizados y un golpe muy fuerte para los enemigos de la Iglesia. Por su testimonio, muchos paganos abrazaron la fe en Cristo.
La devoción a este gran santo se ha expandido por todo el mundo y muchos pueblos y ciudades hoy llevan su nombre. En Roma, la Basílica de San Lorenzo es considerada la quinta en importancia en la ciudad.
El 10 de agosto de 2019, el Papa Francisco dedicó un breve mensaje vía Twitter, dedicado a San Lorenzo: “El testigo cristiano, en el fondo, anuncia solo esto: que Jesús vive y es el secreto de la vida. #SanLorenzoMártir”.
Como dato anecdótico, el club de fútbol favorito del Papa Francisco lleva el nombre del diácono mártir: el Club Atlético San Lorenzo de Almagro. Dicho nombre fue puesto por uno de los fundadores de la institución, el salesiano P. Lorenzo Massa.
El mártir de los últimos
El testimonio de este santo mártir, nacido en España en la primera mitad del siglo III, está caracterizado por la piedad y la caridad. El Papa Sixto II, tras su elección, le confía la tarea de archidiácono. Como responsable de las actividades caritativas en la diócesis de Roma, San Lorenzo administra los bienes y las ofertas para ayudar a los pobres, huérfanos y viudas.
Custodio de los “tesoros de la Iglesia”
En su juventud, su camino fue truncado por el drama de la persecución: en el año 258 d.C. se proclamó el edicto del emperador Valeriano por el que todos los obispos, presbíteros y diáconos deben morir. San Lorenzo fue capturado junto a otros diáconos y al Papa Sixto II. El Pontífice fue asesinado el 6 de agosto. El emperador prometió a Lorenzo que salvaría su vida si le entregaba “los tesoros de la Iglesia”. El Santo mostró al emperador los enfermos, indigentes y marginados. Estos, afirmó, son los tesoros de la Iglesia. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto, también san Lorenzo fue martirizado.
Quemado vivo en una parrilla
Según narra una antigua “pasión” recogida por san Ambrosio, san Lorenzo fue quemado en una parrilla. San Ambrosio, en el “De Officiis”, imagina un encuentro entre Lorenzo y el Papa Sixto II camino del martirio. En el encuentro, Lorenzo dice: “¿Dónde vas, padre, sin tu hijo? ¿Hacia dónde te apresuras, santo obispo, sin tu diácono? Tú nunca ofreciste el sacrificio sin tu ministro. ¿Qué te disgustó de mí, padre? ¿Tal vez me consideras indigno? Ponme a prueba, para ver si has escogido un ministro indigno para la distribución de la Sangre del Señor. ¿Negarás a aquel que admitiste a los misterios divinos que sea tu compañero en el momento de verter la sangre?
Del martirio a la gloria
Su martirio fue una prueba suprema de amor. San León Magno, en una homilía, comenta de esta manera el suplicio de san Lorenzo: “Las llamas no pudieron vencer la caridad de Cristo; el fuego que lo quemaba era más débil que el que ardía en su interior”. Y agrega: “El Señor quiso exaltar hasta tal punto su nombre glorioso en todo el mundo, de Oriente a Occidente, que la misma gloria que vino a Jerusalén a causa de Esteban, tocó también a Roma por mérito de Lorenzo”.
La Basílica de San Lorenzo, y la iglesia en Panisperna
Tras su muerte, el cuerpo de San Lorenzo fue colocado en una tumba en la vía Tiburtina. En ese lugar, el emperador Constantino erigió una Basílica, restaurada en el siglo XX después de los daños provocados por el bombardeo americano sobre Roma el 19 de julio de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial. En el lugar donde tuvo lugar el martirio se construyó la iglesia de San Lorenzo en Panisperna. Según algunas fuentes el nombre de Panisperna deriva de la costumbre de los frailes y las clarisas
de distribuir a los pobres, el 10 de agosto, “panis et perna”, pan y jamón.
La poesía “X agosto”
El martirio de San Lorenzo ha inspirado también obras de arte, dichos populares y poesías. Giovanni Pascoli escribió en la poesía “X agosto”:
“San Lorenzo, io lo so perché tanto
di stelle per l’aria tranquilla
arde e cade, perché sì gran pianto
nel concavo cielo sfavilla”…
San Lorenzo, yo sé por qué tantas
estrellas por el aire tranquilo
arden y caen, por qué tan gran llanto
en el cielo cóncavo reluce…