Por: Frank Milton Pérez Trinidad.
El Sacramento de la Eucaristía es la celebración principal de la vida y la fe de la Iglesia y de cada católico en particular, así lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 1324, al decir que la Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana, ya que todos los sacramentos, ministerios eclesiales y todas las obras apostólicas están unidos y se ordenan alrededor de ella, conteniendo todo el bien espiritual de la Iglesia y a Cristo mismo que es nuestra Pascua.
Son muchos y variados los nombres que tiene este Sacramento, y cada uno hacen referencia a cada aspecto importante del mismo. Se le llama Eucaristía porque es una acción de gracias a Dios, que nos recuerda las bendiciones judías de agradecimiento por los alimentos y la vida.
Otros nombres que le damos es el de Banquete del señor, haciendo alusión a la Cena que el señor celebró con sus discípulos, y Fracción del Pan, que era el gesto realizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan, y que luego serviría para que los discípulos lo reconocieran después de la resurrección.
También se le llama Asamblea Eucarística, en las que los fieles se reúnen como expresión visible de la Iglesia; y Memorial de la Pasión y de la Resurrección, porque con ella hacemos memoria de la entrega de Cristo por amor.
Otros nombres que recibe es el de Comunión, Santísimo Sacramento y Santa Misa. Es comunión porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipe de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo, siendo también considerado como el Santísimo Sacramento, es decir el Sacramento de los Sacramentos.
El nombre más común con el que suele llamarse es Santa Misa, que hace referencia a la misión a la que somos enviados como fieles cuando concluye la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación, para que se cumpla la voluntad de Dios en cada uno de los aspectos de la vida cotidiana.
La Eucaristía es la mayor muestra de amor de nuestro señor Jesucristo, tal como se describe en el evangelio de Juan: 13, 1-17. En él nos dice: ¨El señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin…¨, … y sabiendo que había llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su padre, durante una cena, no solo les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor, sino que instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección para que sea celebrado siempre hasta su retorno.
Cada Cristiano Católico al vivir, celebrar y participar de la eucaristía se une a la comunión de vida con Dios y al pueblo de Dios que es la Iglesia Universal, a través de la fracción del pan y el vino; gesto de amor, entrega y permanencia, instituido por Cristo en la Última Cena, en donde nos entregó su cuerpo y sangre, ordenando que lo recordaran siempre en su memoria.
Para nuestra Iglesia Católica, este Sacramento representa el compendio y la suma de nuestra fe, como diría San Ireneo de Lyon: ¨Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar. ¨
Estamos llamado a vivir la celebración eucarística y debemos comprender que en ésta se manifiesta el signo del amor de Dios, camino privilegiado para encontrarnos con Él. Como dice el Papa Francisco, ¨cada celebración de la eucaristía es un rayo de ese sol sin ocaso que es Jesús resucitado, y participar en la misa significa entrar en la victoria del Resucitado. ¨ Es revivir y volver a celebrar la Pascua.
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