En la homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, el Papa Francisco recordó la escena del Evangelio en la que Jesús llora al contemplar la ciudad de Jerusalén, y señaló que el Señor nos visita cada día, por lo que tenemos que estar atentos para saber reconocerlo.
El Santo Padre señaló que lo que genera dolor en el corazón de Jesús es la “historia de infidelidad” de su pueblo, una “historia de no reconocer las caricias de Dios, el amor de Dios, de un Dios enamorado que te busca, que quiere que tú seas feliz”.
En aquel momento, ante la Ciudad Santa, “Jesús vio lo que le esperaba como Hijo. Y pensó: ‘Este pueblo no ha reconocido el tiempo en el que he venido a visitarlo’. Este drama no es algo que pertenezca solo a la historia, algo que terminó con Jesús. Es el drama de cada día. Incluso es mi drama. Podemos preguntarnos cada uno de nosotros: ‘¿Reconozco el tiempo en el que me han visitado? ¿Me visita Dios?’”.
“Cada uno de nosotros puede caer con frecuencia en el pecado del pueblo de Israel”, advirtió el Santo Padre. Podemos caer “en el mismo pecado de Jerusalén: no reconocer el tiempo en el cual hemos sido visitados”.
Francisco explicó que “cada día el Señor te hace una visita, cada día llama a nuestra puerta. Debemos aprender a reconocer esa llamada para no terminar en esa situación tan dolorosa”. El Papa invitó a los presentes a preguntarse si acaso “¿he sentido alguna invitación, alguna inspiración para seguir a Jesús más de cerca, para hacer una obra de caridad, para rezar un poco más?”.
“Jesús llora no solo por Jerusalén, sino por todos nosotros”, explicó, y aseguró que el Señor “da su vida para que seamos capaces de darnos cuenta de su visita”.
El Papa finalizó la homilía recordando una frase “muy fuerte” de San Agustín, quien decía “‘¡Tengo miedo de Dios, de Jesús, cuando pasa!’. Pero, ¿de qué tiene miedo San Agustín? ‘¡De no reconocerlo!’. Si no estás atento a tu corazón, nunca sabrás si Jesús te está visitando o no”.
Evangelio comentado por el Papa:
31 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.
32 Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
33 Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
34 Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;
36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”.
37 Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”.
40 Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.
Fuente: www.aciprensa.com