En la audiencia de este miércoles, el Santo Padre ha realizado un llamamiento al compromiso en la protección de los civiles en Siria.
El papa Francisco ha manifestado una vez más su cercanía a la población que sufre en Siria al finalizar la audiencia general de este miércoles. El Santo Padre ha indicado que continúan llegando noticias dramáticas sobre la situación de la población de Aleppo, “a la que me siento unido en el sufrimiento, a través de la oración y la cercanía espiritual”. A la vez que ha expresado “profundo dolor” y “viva preocupación” por lo que está sucediendo en esta golpeada ciudad, ha renovado el llamamiento a todos para “comprometerse con todas las fuerzas en la protección de los civiles, como obligación imperativa y urgente”. Además, ha apelado “a la conciencia de los responsables de los bombardeos que deberán rendir cuentas delante de Dios”.
Como cada semana, el Santo Padre ha celebrado la audiencia general en la plaza de San Pedro, en presencia de miles de personas venidas de todas las partes del mundo. A su llegada en el papamóvil, ha recorrido los pasillos de la plaza saludando y bendiciendo a los peregrinos.
La catequesis de esta semana la ha dedicado a reflexionar sobre el perdón, tomando como referencia las palabras de Jesús en la cruz y el ejemplo de los dos ladrones que le acompañaban. De este modo, el Santo Padre ha explicado que a Iglesia no es solamente para los buenos o los que parecen buenos o se creen buenos, “porque la Iglesia es misericordia”.
En el resumen hecho en español ha indicado que “las palabras de Jesús en la cruz encuentran su culmen en el perdón”. El evangelista san Lucas –ha indicado–narra como los dos ladrones que fueron crucificados junto a Jesús se dirigen a Él con actitudes opuestas.
Francisco ha explicado que el primero, llevado por la angustia del hombre ante la muerte, “lo insulta y no comprende que, siendo el Mesías, pueda quedarse en la cruz”. Pero “es precisamente quedándose y muriendo en la cruz donde Cristo nos salva, dando testimonio de que la salvación de Dios puede llegar a todos los hombres hasta en las situaciones más extremas”, ha subrayado el Pontífice.
Por otro lado, ha aseverado que el segundo ladrón, movido por el temor del Señor, “reconoce su pecado”, y “confiesa su culpa con absoluta confianza en la infinita bondad y misericordia de Jesús”. Porque Jesús –ha añadido– está precisamente allí para estar cerca, para salir al encuentro de la necesidad que tiene todo hombre de no ser abandonado y le promete que hoy estará con Él en el paraíso.
Finalmente, el Santo Padre ha reconocido que de este modo, en la hora de la Cruz, “Jesús revela el cumplimiento de su misión de salvar a los pecadores”. Desde el inicio hasta el final de su vida, “Jesús se ha revelado Misericordia, encarnación definitiva e irrepetible del amor del Padre”.
A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pidamos al Señor –ha invitado– por todos los que sufren por cualquier motivo o se sienten abandonados, para que “mirando al crucificado, puedan descubrir y sentir el consuelo y el perdón de Cristo, rostro de la misericordia del Padre”. En este momento, el Santo Padre ha saludado en especial a los peregrinos y fieles provenientes de México, país en donde la semana pasada fueron asesinados tres sacerdotes, y les ha invitado a cantar “La guadalupana” pidiendo por los “sufrimientos de este pueblo”.
Para finalizar la audiencia, y tras los saludos en las distintas lenguas, el Santo Padre ha dedicado unas palabras a los enfermos, los jóvenes y los recién casados. Al recordar que ayer se celebró la memoria de san Vicente de Paúl, patrón de las asociaciones de caridad, Francisco ha pedido que “el ejemplo de caridad” de este santo, conduzca a los jóvenes a “realizar los proyectos de vuestro futuro con un alegre y desinteresado servicio al prójimo”. Del mismo modo ha pedido que ayude a los enfermos a “afrontar el sufrimiento con la mirada dirigida a Cristo”. Y a los recién casados “a construir una familia siempre abierta a los pobres y al don de la vida”.
Fuente: ZENIT