Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.»
Les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» Y, paseando la mirada por el corro, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»”. Palabra del Señor.
Meditación
Queridos hermanos, Jesús en su paso por este mundo, manifestó que tenía muy clara la misión que Dios Padre le había encomendado: “porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.” (Jn. 6, 38).
Los Evangelios atestiguan que Jesús la cumplió cabalmente desde el momento en que se humilló al hacerse hombre, hasta entregarse por nosotros muriendo en la cruz. Lo más importante en el ministerio de Jesús no es su sabiduría para contestar las preguntas espinosas de los influyentes, ni su excelente pedagogía para hacer comprender a sus destinatarios al hablarles en parábolas, ni la espectacularidad de los milagros, ni siquiera la compasión que muestra con los más débiles.
Lo esencial en la vida de Cristo es que todas las cosas las realiza, no por su propia cuenta, sino por el cumplimiento de la voluntad del Padre.
La profundidad escondida en las palabras de Jesús -”estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”- nos deja con claridad que es más importante cumplir la voluntad de Dios que incluso los lazos de la propia sangre. ¡Todos somos hermanos! Que Dios nuestro Señor sea siempre prioridad en nuestras vidas.