Lectura del santo evangelio según San Mateo 9,14-15
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?” Jesús les dijo: “¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán.” Palabra del Señor.
Meditación
“Llegará un día en que se lleven al esposo y entonces ayunarán”
Todo el tiempo de cuaresma está atravesado de punta a punta por cuatro palabras, y estas son: ayuno, limosna, oración y penitencia o conversión. En la primera lectura el profeta Isaías nos pone en la línea del Señor, que nos manda a dejar de lado la hipocresía, la doble vida y la falsedad y nos invita a encauzar nuestras vidas por el sendero que el Señor quiere para nosotros. El profeta denuncia la situación de injusticia de sus contemporáneos, que viviendo en pecado y sin querer arrepentirse van al
Tempo a ofrecer un culto “vacío” a Dios. No se puede seguir a Dios si no se está dispuesto a renunciar al pecado y a nuestras malas actitudes de vida.
Hoy la Palabra nos muestra cuál es el sacrificio o ayuno que le agrada a Dios. Este ayuno consiste no tanto en “dejar de comer”, sino en “dejarse tocar el corazón” y en “despojarnos” de aquellas cosas que sabemos que nos impiden hacer el bien. El ayuno que agrada realmente a Dios es que nos convirtamos de la injusticia, el engaño, el error, el robo, las infidelidades, las mentiras, las humillaciones, los actos de violencia, el apego al dinero y a los bienes materiales, el dejar de hacerme el ciego o el “chivo loco” ante el necesitado, el no tener “tiempo” para las cosas de Dios, el vivir aislado y sin conexión hasta con los miembros de mi propia familia, el guardar odio y rencor por cosas viejas y pasadas, el no andar en la verdad de mi vida.
Haga cada uno su propia lista de “cosas” a las que debería ayunar, para poder ofrecer a Dios un sacrificio que de verdad le agrade, y no nos quedemos en el listado, sino que comencemos ya a poner en práctica algunas de esas “cosas”, algunas de esas conversiones. Podemos engañar a los demás e inclusive podemos llegar a auto-engañarnos, lo que nunca vamos a poder hacer es engañar a Dios. Él nos “sondea y nos conoce”, sabe muy bien cómo es el culto que le ofrezco, si es verdadero o si es vacío y mera apariencia.
Que el Señor nos ayude a ofrecerle nuestro corazón “quebrantado y humillado”, es decir, convertido, para encontrar su perdón y salvación. Amén.