Del corazón manso y humilde de Jesús brota el gran río de misericordia divina.
Orientaciones para la Celebración:
Se coloca el lema y el título de este Domingo.
Se puede colocar una imagen de Jesús con el corazón traspasado en la Cruz. Se puede pintar a Jesús con ese río que sale de su corazón. Se pueden colocar cruces formando un camino o colocadas en la pared. Se puede llevar una cruz en las ofrendas. Se recuerda a tantos cristianos de Siria, Irak, China, Nigeria que sufren por seguir a Jesús. Se recuerda a los enfermos. Se puede preparar una gran cruz y se le entrega a las personas que llegan una cruz de papel o cartulina en la que cada uno escribe su nombre. Cada uno durante el Credo o después del Credo pone su pequeña cruz en la Cruz de Cristo.
Monición ambiental:
Con alegría nos reúne el Señor para celebrar esta Eucaristía en el Domingo Duodécimo del Tiempo Ordinario. La liturgia de este día nos presenta el camino propio de Jesús que implicará que su corazón manso y humilde sea traspasado en la cruz, para que brote de El un río de misericordia, para salvación de la humanidad.
El, aún siendo el Mesías, recorrerá este sendero de sufrimiento para ser fiel al proyecto del Padre entregando su vida por nosotros. Ese es ahora nuestro propio camino, ya que una vez que confesamos nuestra fe en El nos toca seguirlo con nuestra propia cruz y con disposición a entregar nuestra
propia vida por los demás.
En esta Eucaristía, memoria de su Cruz y de su victoria, reafirmemos nuestra fe en El y pidamos a El que nos revista de fortaleza para vivir de acuerdo a la fe que profesamos. De pie y cantando, recibamos a Jesucristo quien viene a presidir esta gran Celebración a través de su ministro.
Primera lectura: Zacarías 12, 10-11
Zacarías describe la efusión del Espíritu sobre la dinastía de David a la vez que anuncia a uno cuyo corazón será traspasado y traerá salvación para su pueblo; es una profecía de la muerte de Jesús. Escuchemos.
Lectura de la profecía de Zacarías 12,10-11;13,1
Así dice el Señor: «Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido.» Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas. Palabra de Dios.
Salmo Responsorial 62
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R/.
Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. R/.
Segunda lectura: Gálatas, 3,26-29
Jesús en su corazón manso y humilde, acoge a todos sin diferencia alguna y por el Bautismo nos ha hecho uno en El. Escuchemos…
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3,26-29
Todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que se han incorporado a Cristo por el bautismo se han revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos son uno en Cristo Jesús. Y, si son de Cristo, son descendencia de Abrahán y herederos de la promesa. Palabra de Dios.
Aleluya Jn 10,27
Mis ovejas escuchan mis voz– dice el Señor– y yo las conozco y ellas me siguen.
Evangelio: Lucas 9,18-24
En el Evangelio Jesús pide a los discípulos de ayer, y hoy nosotros, expresarle lo que El significa para cada uno y para todos nosotros. Deja claro que la fe en El es un compromiso de relación personal con El que conlleva cargar con su propia cruz y seguirle.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,18-24
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.» Palabra del Señor.