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Evangelio del día 5 de marzo 2018

Lectura del santo evangelio según San Juan 4, 15. 19b-26. 39a. 40-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «—Dame de beber». (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida). La Samaritana le dice: «—¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos)». Jesús le contestó:

«—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva». La mujer le dice: «—Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él
bebieron él y sus hijos y sus ganados?».

Jesús le contesta: «—El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».

La mujer le dice: «—Señor, dame esa agua, así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». «—Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».

Jesús le dice: «—Créeme, mujer, se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén darán culto al Padre. Ustedes dan culto a uno que no conocen; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.

Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad».

La mujer le dice: «—Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «—Soy yo, el que habla contigo». En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «—Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».Palabra del Señor.

Meditación
El Evangelio de hoy nos convoca a descubrir una escena entre Jesús y una samaritana, que trata de responder a esa sequedad interna de
muchas personas de nuestro tiempo. La mujer samaritana ve a Jesús como un pobre judío que le pide de beber; pero Jesús le habla sobre sí mismo, sobre quién es. “Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.”
Puede que muchos hermanos y hermanas en la fe se olviden de este magnífico texto de gran hondura espiritual. Muchas veces nos han educado para que nos ofrezcamos a Dios, para llevarle las manos llenas de frutos a Dios. La verdad es bien distinta. La vida cristiana tiene que ser una continua acción de gracias al Padre porque hemos descubierto “lo que Dios da… y su agua viva”. La cosa no está en intentar hacer méritos ante Dios. El tema es que después de descubierto al Señor en nuestra vida no podemos hacer otra cosa que vivir para Él.

La conversación de Jesús con la mujer se centra en estos puntos: el agua, el marido, el lugar de culto y el Mesías. Además de todo el mundo simbólico de estos temas no es menos cierto que Jesús se acerca a la realidad de aquella mujer y por extensión a la del pueblo de Israel. Dios no está en las nubes ni escondido. Dios está en la realidad diaria, en el abanico de posibilidades de encuentro que nos ofrece la jornada que vivimos.

Adorar en espíritu y verdad es un acto de fe. Una persona puede estar todo el día metido en una catedral o en cualquier templo queriendo descubrir a Dios y, en cambio, su corazón estar espiritualmente a miles de kilómetros de distancia. Para descubrir a Jesús en el sagrario, en la Eucaristía o en la Palabra hay primero que adecuar un sitio en nuestro interior; y tener un oído espiritual más que atento, para escucharle y hacer vida su palabra.

Te invito a que el sagrario, la Eucaristía y la Palabra no estén solo en los muros de tu Iglesia, sino que tengan sede en tu corazón. El auténtico templo de culto es Jesús o la Palabra de Jesús que fructifica en el corazón de las personas por medio del Espíritu Santo. Dios está por encima de los lugares. Nuestro verdadero contacto con Dios es la persona de Jesús. Quien quiera encontrar a Dios, lo encontrará en Jesucristo.

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