ENTREVISTA a monseñor Miguel Delgado Galindo, subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos sobre la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia.
Jóvenes de todo el mundo se preparan para el gran encuentro que les espera en Polonia. La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) se celebra en la ciudad de Cracovia del 25 al 31 de julio, y contará con la presencia del papa Francisco desde el día 28. Para conocer más sobre esta fiesta de la juventud, ZENIT ha entrevistado a monseñor Miguel Delgado Galindo, subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos, quien define la JMJ como mucho más que un evento que comienza y termina. La JMJ “no es un castillo de fuegos artificiales, como los que se usan en algunas fiestas populares, que terminan en la noche con una traca final de despedida de las fiestas y no dejan rastro alguno”.
La Jornada Mundial de la Juventud, un evento que se repite cada tres años, pero siempre nuevo. ¿Qué expectativas hay para la celebración de este gran evento en Cracovia?
–Mons. Delgado: Efectivamente, la JMJ, que fue instituida por san Juan Pablo II en 1985, proclamado “Año Internacional de la Juventud” por la ONU, es siempre un acontecimiento cargado de novedad. No hay ninguna JMJ que sea igual a las anteriores; cada una tiene algo único que la hace especial e irrepetible. Pasan los años, pero la JMJ sigue despertando interés en las nuevas generaciones de jóvenes, porque siempre los hay dispuestos a participar en la JMJ. Y esto es un motivo de esperanza para la Iglesia y para la sociedad.
Las expectativas son francamente buenas en todos los aspectos. El trabajo ha sido intenso en estos tres años de preparación de la JMJ de Cracovia. Hasta el día de hoy han anunciado su intención de participar en ella casi un millón de jóvenes de todos los continentes. Se trata de un número récord en la historia de la JMJ. A esta cifra habrá que sumar todos aquellos jóvenes que acudirán a Cracovia sin advertir de su llegada; y estos son siempre muchos.
¿Cuáles se consideran los grandes desafíos?
–Mons. Delgado: Se ha trabajado mucho en la organización de los actos con el Papa, en las catequesis que impartirán los obispos a los jóvenes, en las diversas cuestiones que atañen a la logística durante los días de la JMJ: alojamiento, transporte, distribución de comidas, etc. Sin embargo, el desafío principal de la JMJ es ser un auténtico evento de gracia, para que los jóvenes que asistan tengan en la Iglesia, junto al papa Francisco, un encuentro íntimo y personal con Jesús que transforme sus vidas, y de este modo puedan plantearse metas altas en su vida cristiana: la conversión, la vocación (al sacerdocio, a la vida laical, a la vida consagrada), etc.
El lema es “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia”. Estamos en el Año de la Misericordia. Cracovia es conocida en el mundo como la capital de la Divina Misericordia. ¿De qué forma marcará todo esto la Jornada Mundial de la Juventud?
–Mons. Delgado: La de Cracovia 2016 es la JMJ del Jubileo de la Misericordia que está viviendo la Iglesia. El tema de la misericordia está muy en el corazón del papa Francisco y de su pontificado. El Papa ayudará a los jóvenes a profundizar más en la misericordia, a hacer comprender mejor que los católicos creemos en un Dios cercano, que nos ama como padre que es y que tiene entrañas de madre. Hacer este descubrimiento transforma la vida de una persona. Vale la pena releer el mensaje que el papa Francisco envió a los jóvenes de todo el mundo para que se prepararan para la JMJ de este año. El papa Francisco relata un encuentro que tuvo con la misericordia divina: cuando tenía 17 años entró un día en la basílica de san José en el barrio de Flores, en Buenos Aires, donde vivía con su familia. En el confesionario encontró a un sacerdote que le inspiró una particular confianza y el joven Jorge Mario se acercó para abrirle su corazón en el sacramento de la Penitencia. Recuerda el Papa que aquel encuentro con la misericordia de Dios cambio su vida; tuvo la certeza de que el Señor lo estaba esperando.
Santa Faustina y San Juan Pablo II son los patronos de estas Jornadas. ¿De qué forma son ejemplo para los jóvenes?
–Mons. Delgado: Los santos son nuestros amigos fieles del Cielo. Ellos nos ofrecen su amistad y su intercesión ante Dios. Santa Faustina Kowalska y San Juan Pablo II, que vivieron en Cracovia, son apóstoles de la Divina Misericordia, de la que los hombres de nuestro tiempo –como los de todas las épocas de la historia– tienen tanta necesidad. Estos santos nos ayudan a comprender lo que ha dicho el papa Francisco: que la misericordia es el primer atributo de Dios; que la misericordia es el nombre de Dios.
En el Diario de Santa Faustina, escrito en los años treinta del siglo pasado, esta mística polaca recordó una gran verdad de fe: el amor misericordioso de Dios hacia los hombres. El culto de la Divina Misericordia consiste precisamente en la confianza en el amor infinito de Dios y en la práctica de las obras de Misericordia.
San Juan Pablo II, un gran amigo de los jóvenes, tuvo mucha devoción a la Divina Misericordia; beatificó (1993) y canonizó (2000) a sor Faustina. Siguiendo las revelaciones que tuvo esta santa, el papa Wojtyła instituyó la fiesta de la Divina Misericordia, que se celebra el primer domingo después de Pascua.
Santa Faustina vivió el drama de la primera guerra mundial y San Juan Pablo II la tragedia de la segunda. Ambos conocieron la presencia de las ideologías del mal que surcaron la historia europea del siglo XX. Pero al final de su vida, san Juan Pablo II escribió que el mal tiene un límite: el bien, divino y humano, que es siempre más fuerte que cualquier mal. En definitiva, el mal encuentra su límite en la Divina Misericordia.
¿En qué modo la JMJ se concreta en un mensaje de esperanza para la juventud?
–Mons. Delgado: La JMJ es en sí misma un signo de esperanza para la Iglesia y para el mundo; de una esperanza que nos llega a través de la fe y la alegría de jóvenes de todos los continentes. La JMJ nos enseña que es posible creer en Dios y ser testigos de su misericordia, llevando la fe a quienes se alejaron de Cristo o tal vez nunca lo conocieron; esperanza a los desmoralizados; amor a los más necesitados humana y espiritualmente; alegría porque somos hijos muy queridos de Dios.
¿Cómo puede la Iglesia alargar los frutos que estos encuentros dejan en la jóvenes y en los laicos comprometidos?
–Mons. Delgado: Dando continuidad en el tiempo a la JMJ, que es mucho más que un evento que comienza y termina. La JMJ no es un castillo de fuegos artificiales, como los que se usan en algunas fiestas populares, que terminan en la noche con una traca final de despedida de las fiestas y no dejan rastro alguno. La JMJ imprime una huella grande en el alma de cada joven. Es entonces cuando comienza el momento de acompañar a cada uno de los que han participado en la JMJ para ayudarles a concretar en sus vidas el fruto que han recibido durante esos días, teniendo presente que el mejor apóstol de un joven es otro joven. Esta tarea concierne a los pastores de la Iglesia, a los religiosos y a los fieles laicos.