La Noche Santa de este sábado, 16 de abril, el Santo Padre presidió en la Basílica de San Pedro, la celebración de la Vigilia Pascual en la cual después de bendecir el fuego nuevo, proclamar la Palabra, bautizar a un grupo de catecúmenos, recordó a toda la Iglesia que, “un cristianismo que busca al Señor entre los vestigios del pasado y lo encierra en el sepulcro de la costumbre es un cristianismo sin Pascua”.
“¡Celebremos la Pascua con Cristo! Él está vivo y también hoy pasa, transforma y libera”. Con Él, el mal no tiene más poder, el fracaso no puede impedir que empecemos de nuevo, la muerte se convierte en un paso para el inicio de una nueva vida”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Vigilia Pascual en la Noche Santa, en la Basílica de San Pedro, este sábado 16 de abril de 2022.
Con estas tres acciones entremos en la Pascua del Señor
El Santo Padre inició su homilía recordando que, muchos escritores han evocado “la belleza de las noches, iluminadas por las estrellas”, en cambio, hoy, dijo el Papa, “las noches de guerras están surcadas por luminosas estelas de muerte”. Por ello, en esta noche, el Pontífice invitó a dejarnos “tomar de la mano por las mujeres del Evangelio, para descubrir con ellas la manifestación de la luz de Dios que brilla en las tinieblas del mundo”. Esas mujeres, señaló el Santo Padre, mientras la noche se disipaba y las primeras luces del alba despuntaban sin clamores, se dirigieron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús y allí vivieron una experiencia desconcertante que se puede resumir en tres acciones: ven, escuchan, anuncian.
Las mujeres ven
La primera acción que el Santo Padre describe es que “las mujeres ven”, las mujeres vieron «que la piedra estaba corrida. Cuando entraron no hallaron el cuerpo del Señor Jesús». El primer anuncio de la Resurrección, precisó el Pontífice, no se presenta como una fórmula que hay que comprender, sino como un signo que hay que contemplar. La Pascua, por tanto, empieza cambiando nuestros esquemas. Llega con el don de una esperanza sorprendente. Pero no es fácil acogerla. A veces —debemos admitirlo— esta esperanza no encuentra espacio en nuestro corazón. También en nosotros, como en las mujeres del Evangelio, prevalecen preguntas e incertidumbres, y la primera reacción ante el signo imprevisto es el miedo, el “no levantar la vista del suelo”.
¡El Señor ha resucitado! Levantemos la mirada
Con mucha frecuencia, miramos la vida y la realidad sin levantar los ojos del suelo, subrayó el Papa Francisco; sólo enfocamos el hoy que pasa, sentimos desilusión por el futuro y nos encerramos en nuestras necesidades, nos acomodamos en la cárcel de la apatía, mientras seguimos lamentándonos y pensando que las cosas no cambiarán nunca. Y así permanecemos inmóviles ante la tumba de la resignación y del fatalismo, y sepultamos la alegría de vivir. Pero, sin embargo, esta noche el Señor quiere darnos unos ojos diferentes, encendidos por la esperanza de saber que el miedo, el dolor y la muerte no tendrán la última palabra sobre nosotros.
Las mujeres escuchan
En segundo lugar, el Santo Padre dijo que, “las mujeres escuchan”. Las mujeres del Evangelio escuchan el anuncio de los dos hombres con vestiduras resplandecientes que les dicen: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí: ¡ha resucitado!». El Pontífice dijo que, nos hace bien escuchar y repetir estas palabras: ¡no está aquí! “Cada vez que creemos saber todo sobre Dios, que lo podemos encasillar en nuestros esquemas, repitámonos a nosotros mismos: ¡no está aquí! Cuando lo buscamos sólo en la emoción pasajera o en el momento de la necesidad, para después hacerlo a un lado y olvidarnos de Él en las situaciones y en las decisiones concretas de cada día, repitámonos: ¡no está aquí! Y cuando pensamos que lo hemos aprisionado en nuestras palabras, fórmulas y costumbres, pero nos olvidamos de buscarlo en los rincones más oscuros de la vida, donde hay alguien que llora, lucha, sufre y espera, repitámonos: ¡no está aquí!”.
No podemos celebrar la Pascua si nos quedamos en la muerte
Es por ello que el Papa Francisco invitó a todos a escuchar la pregunta dirigida a las mujeres: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?”. “No podemos celebrar la Pascua si seguimos quedándonos en la muerte – afirmó el Papa – si permanecemos prisioneros del pasado; si en la vida no tenemos la valentía de dejarnos perdonar por Dios, de cambiar, de terminar con las obras del mal, de decidirnos por Jesús y por su amor; si reducimos la fe a un amuleto, haciendo de Dios un hermoso recuerdo de tiempos pasados, en lugar de descubrirlo como el Dios vivo que hoy quiere transformarnos a nosotros y al mundo”.
Las mujeres anuncian
Por último, el Santo Padre comentó la tercera actitud de las mujeres del Evangelio, ellas anuncian. ¿Qué anuncian? La alegría de la Resurrección. “La Pascua no acontece para consolar íntimamente al que llora la muerte de Jesús – subrayó el Pontífice – sino para abrir de par en par los corazones al anuncio extraordinario de la victoria de Dios sobre el mal y sobre la muerte”. Por eso, la luz de la Resurrección no quiere retener a las mujeres en el éxtasis de un gozo personal, no tolera actitudes sedentarias, sino que genera discípulos misioneros que “regresan del sepulcro” y llevan a todos el Evangelio del Resucitado. Es por eso que, después de haber visto y escuchado, las mujeres corrieron a anunciar la alegría de la Resurrección a los discípulos.
Llevar a todos la alegría del Evangelio
¡Qué hermosa es una Iglesia que corre de esta manera por los caminos del mundo! Sin miedos, sin estrategias ni oportunismos; sólo con el deseo de llevar a todos la alegría del Evangelio. A esto somos llamados, a experimentar el encuentro con el Resucitado y a compartirlo con los demás; a correr la piedra del sepulcro, donde con frecuencia hemos encerrado al Señor, para difundir su alegría en el mundo. Resucitemos a Jesús, el Viviente, de los sepulcros donde lo hemos metido, liberémoslo de las formalidades donde a menudo lo hemos encerrado.
Nuestra esperanza se llama Jesús
El Papa Francisco concluyó su homilía señalando que, nuestra esperanza se llama Jesús. “Él entró en el sepulcro de nuestros pecados, llegó hasta el lugar más profundo en el que nos habíamos perdido, recorrió los enredos de nuestros miedos, cargó con el peso de nuestras opresiones y, desde los abismos más oscuros de nuestra muerte, nos despertó a la vida y transformó nuestro luto en danza. ¡Celebremos la Pascua con Cristo! Él está vivo y también hoy pasa, transforma y libera”. Con Jesús, dijo el Santo Padre, el mal no tiene más poder, el fracaso no puede impedir que empecemos de nuevo, la muerte se convierte en un paso para el inicio de una nueva vida. Porque con Jesús, el Resucitado, ninguna noche es infinita; y, aun en la oscuridad más densa, brilla la estrella de la mañana.
Oremos esta noche por tanto sufrimiento
Y precisamente con la oscuridad más fuerte en la mente, la de la devastadora guerra en Ucrania, que el Papa Francisco concluyó su homilía dirigiéndose al alcalde de Melitopol, Ivan Fedorov, ahora en el exilio y presente en la Vigilia con algunos representantes del gobierno y el parlamento del país. A ellos les renovó, en ucraniano, el más bello anuncio: «Cristo ha resucitado»:
En esta oscuridad en la que viven, señor alcalde, señoras y señores parlamentarios, la densa oscuridad de la guerra, de la crueldad, todos rezamos, rezamos con ustedes y por ustedes, esta noche; rezamos por tanto sufrimiento. Sólo nosotros podemos darles nuestra compañía, nuestra oración y decirles: «¡Ánimo! Los acompañamos». Y también para decirles lo más grande que celebramos hoy: ¡Cristo ha resucitado!