noviembre 25, 2024 10:25 am
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Hoy la Iglesia celebra la Asunción de la Virgen María, modelo y defensora de los cristianos

by prensa.arzobispadosd@gmail.com


“La Inmaculada siempre Virgen María, Madre de Dios, terminado el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial”, así se señala, con toda claridad, aquello que constituye una verdad de fe en torno a la Virgen María: nuestra madre fue asunta en cuerpo y alma a los Cielos.

Las líneas citadas arriba pertenecen a la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus” (Benevolísimo Dios), con la que el Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María el 1 de noviembre de 1950. A partir de entonces, cada 15 de agosto, celebramos la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María.

San Juan Pablo II, al referirse al dogma de la Asunción en 1997, señaló lo siguiente: “en efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio”.

Posteriormente, Benedicto XVI, en 2011, afirmó: “María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios”.

El Papa Francisco, en 2013, señaló en torno a la Asunción que “esto no significa que esté lejos, que se separe de nosotros; María, por el contrario, nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal”.

Y, hoy en el rezo del Ángelus, el Papa Francisco nos devela cuál es el secreto de María:

“La humildad es el secreto de María”. Así lo aseguró el Papa Francisco, que destacó que es, precisamente, “la humildad la que atrajo la mirada de Dios hacia ella”.

El Santo Padre, reflexionó durante el rezo del Ángelus de este domingo 15 de agosto, en que se celebra la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María al Cielo, sobre el canto del Magnificat.

Según el Pontífice, este canto muestra la humildad de María, que se presenta como “sierva” ante Dios. El Magnificat es “la fotografía de la Madre de Dios”.

El Papa señaló que “el ojo humano busca la grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso. Dios, en cambio, no mira las apariencias, sino el corazón y le encanta la humildad”.

Insistió en que “hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al Cielo”.

Recordó que “Jesús enseña: ‘El que se humilla será exaltado’. Dios no nos exalta por nuestros dones, riquezas o habilidades, sino por la humildad. Dios levanta a quien se abaja, a quien sirve. En efecto, María no se atribuye más que el ‘título’ de sierva: es ‘la esclava del Señor’. No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí misma”.

De esta manera, el Santo Padre invitó a los fieles a preguntarse: “¿Cómo está mi humildad? ¿Busco ser reconocido por los demás, reafirmarme y ser alabado, o pienso en servir? ¿Sé escuchar, como María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las peleas y las discusiones, o solo trato de sobresalir?”.

“María, en su pequeñez, conquista primero los cielos”, enseñó el Obispo de Roma. “El secreto de su éxito reside precisamente en reconocerse pequeña, necesitada. Con Dios, solo quien se reconoce como nada es capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía es llenado por Él. Y María es la ‘llena de gracia’ precisamente por su humildad”.

En ese sentido, hizo hincapié en que “también para nosotros, la humildad es el punto de partida, el comienzo de nuestra fe. Es esencial ser pobre de espíritu, es decir, necesitado de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios, pero el que permanece humilde permite al Señor realizar grandes cosas”.

El Papa continuó: “Es hermoso pensar que la criatura más humilde y elevada de la historia, la primera en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar, en lo ordinario”.

“Los días de la llena de gracia no tuvieron mucho de impresionantes”, llamó la atención. “A menudo se sucedieron iguales, en silencio: por fuera, nada extraordinario. Pero la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella, admirando su humildad, su disponibilidad, la belleza de su corazón, nunca tocado por el pecado”.

“Este es un gran mensaje de esperanza para nosotros; para ti, que vives las mismas jornadas, agotadoras y a menudo difíciles. María te recuerda hoy que Dios también te llama a este destino de gloria. No son palabras bonitas. No es un final feliz artificioso, una ilusión piadosa o un falso consuelo. No, es la pura realidad, viva y verdadera como la Virgen Asunta al Cielo. Celebrémosla hoy con amor de hijos, animados por la esperanza de estar un día con ella en el Cielo”, concluyó el Papa Francisco. 

¡Madre asunta a los Cielos, ruega por nosotros, tus hijos!





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