Este miércoles se llevó a cabo el funeral del P. luis Rosario en la Parroquia San Juan Bosco, presidido por Mons. Francisco Ozoria Acosta Arzobispo de Santo Domingo, concelebrado por Mons. José Amable Durán, Obispo Auxiliar de Santo Domingo, Mons. Raúl Berzosa Obispo Misionero en Rep. Dom. y Mons. Lorenzo Vargas, Vicario Episcopal Territorial de Santo Cristo de Los Milagros: acompañados de sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, la familia Salesiana de la Arquidiócesis de Santo Domingo y otras diócesis del pais.
La homilía estuvo a cargo del Padre Inspector José Pastor Ramírez quien expresó: “el día de hoy se constituye para los jóvenes, para los salesianos, para la Iglesia y para el país en un ejemplo de trabajo.”
Homilía en el funeral del P. Luis Rosario en la Parroquia San Juan Bosco
Santo Domingo, 30 de diciembre de 2021
Su Excelencia Mons. Francisco Ozoria, Arzobispo de Santo Domingo, sacerdotes de la Arquidiócesis de Santo Domingo y de otras diócesis del país, salesianos, miembros de la familia salesiana, amigos y familiares del P. Luis:
Estamos aquí reunidos celebrando la Eucaristía, para entregar al Señor, en este contexto de acción de gracias, la vida, el buen hacer y el ser de nuestro hermano salesiano el P. Luis Rosario, es decir, todo lo que significa él para nosotros. Un dominicano, un cristiano y un salesiano inquieto, preocupado por los valores de la vida y de la paz; comprometido con el pueblo, con la familia, con los jóvenes y sobre todos con los más pobres.
Hemos escuchado en el texto del Evangelio un anuncio de dicha, de felicidad, de vida (y diría que, incluso, de triunfo) que pronunció Jesús en el inicio de su predicación. He elegido el texto de las bienaventuranzas para esta celebración porque fueron los criterios que siempre movieron al P. Luis a ser y a actuar, hasta convertirse en un sacerdote con olor a oveja.
Precisamente, al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús: mansos, misericordiosos, y defensores de la justicia; esto lo entendió perfectamente el P. Luis a lo largo de toda su vida y por ello las asumió.
El P. Rosario estaba persuadido de que no era posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. Estaba muy claro de que el Evangelio solo se difunde desde actitudes evangélicas. Y, esencialmente, las bienaventuranzas indican el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia y de cada cristiano mientras peregrinamos hacia el Padre.
Cuando Jesús proclamó este mensaje de las Bienaventuranzas, no buscaba que se cumplieran sus expectativas, sino que vivía creando nuevas condiciones de felicidad para todos. Se le hacía difícil ser feliz sin incluir a los demás. A todos proponía criterios nuevos, más libres y personales, para hacer un mundo más digno y dichoso.
Desde los criterios del sermón de la montaña, propuesto por Jesús, podemos comprender mejor las grandes opciones del P. Luis. Por ello se mostró siempre con una personalidad persistente, sensible, misericordiosa, amable, honorable, emprendedora, humilde y cercana. Desarrolló la capacidad de entrar en diálogo con cualquier persona sin importar su condición o estatus social. Hablaba con igual facilidad y sencillez con el eclesiástico como con el empresario; con el político como con el niño de la calle; con el migrante y el desamparado como con el ciudadano más distinguido. Se hizo un amigo fiel de los amigos de Dios, los pobres; un amante de la paz y de las buenas relaciones; un defensor de la vida y de los derechos humanos. Felices los que trabajan por la paz con paciencia y con fe. Sin desalentarse ante los obstáculos y dificultades, y buscando siempre el bien de todos.
En definitiva, el P. Luis creía en un “Dios feliz”, el Dios creador que mira a todas sus criaturas con amor entrañable, el Dios amigo de la vida y no de la muerte, más atento al sufrimiento de las personas que a sus pecados. Felices los que lloran al ver sufrir a otros. Son gente buena. Con ellos se puede construir un mundo más fraterno y solidario.
Ser cristiano es aprender a “vivir bien” siguiendo el camino apuntado por Jesús, y las bienaventuranzas son el núcleo más significativo y “escandaloso” de ese camino. Hacia la felicidad se camina con un corazón sencillo y transparente, con hambre y sed de justicia, trabajando por la paz con entrañas de misericordia, soportando el peso del camino con mansedumbre. Este camino diseñado desde las bienaventuranzas lleva a conocer, ya en esta tierra, la felicidad vivida y experimentada por el mismo Jesús.
Gracias a que él P. Rosario siguió el camino delineado por las bienaventuranzas, hoy, se constituye para los jóvenes, para los salesianos, para la Iglesia y para el país en un ejemplo de trabajo.
Nunca perdió su buen sentido del humor y lo demostró, incluso, al escribir el texto “Cuando yo muera” que hoy encontramos en el inmenso océano de las redes sociales. Expuso lo que no le gustaría y lo que sí quería en el día de su funeral. Les expongo algunas de sus peticiones: …ataúd bien sencillo… si fuera de madera de caja de arenque mejor…, ataúd cerrado para no ver llorar a la gente…, no quiero flores porque los muertos casi se ahogan entre los arreglos…, el dinero de las flores que se use para alimentar a niños y niñas abandonados…, si me van a acompañar hasta el cementerio no lo hagan con trajes, menos aún de color negro…las camisas y los poloshirts son más cómodos…, que el coro esté formado por muchachos de la calle aunque desafinen…, y que cayese una buena lluvia… Todos estos deseos son el resultado de una vida definida a partir de las bienaventuranzas que hemos escuchado del evangelio de san Mateo.
“En tus manos, Padre de bondad, encomendamos el alma del querido amigo y hermano P. Luis Rosario”.
Despidamos todos juntos al hermano, elevemos todos juntos por él una oración y entonemos la victoria del Señor.
Luis, la Iglesia y la sociedad dominicana; los salesianos y la Familia Salesiana; tus familiares y amigos; los niños y niñas de la calle aquí presentes, te deseamos que descanses junto a Dios. Hasta pronto, hasta el cielo. Cristo te dé la vida y te reciba en su amistad.
Que María Auxiliadora, Don Bosco y todos los santos y beatos de la Familia Salesiana te acompañen a la patria celestial a celebrar la Pascua eterna. Amén.
José Pastor Ramírez
Inspector
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