¡Cuántas matanzas de inocentes en el mundo!
El Obispo de Roma acotó que “en la Escritura, al Príncipe de la paz se le opone ‘el Príncipe de este mundo’ (Jn 12,31) que, sembrando muerte, actúa en contra del Señor, ‘que ama la vida’ (Sb 11,26)”. “Lo vemos obrar en Belén cuando, después del nacimiento del Salvador, sucede la matanza de los inocentes”, agregó. Francisco lamentó las “matanzas de inocentes en el mundo: en el vientre materno, en las rutas de los desesperados que buscan esperanza, en las vidas de tantos niños cuya infancia está devastada por la guerra. Son los pequeños Jesús de hoy”.
El Sucesor de Pedro subrayó que decir “sí” al Príncipe de la paz significa decir “no” a la guerra, a toda guerra, a la misma lógica de la guerra, un viaje sin meta, una derrota sin vencedores, una locura sin excusas.
“Pero para decir ‘no’ a la guerra es necesario decir ‘no’ a las armas”, distinguió.
“Porque si el hombre, cuyo corazón es inestable y está herido, encuentra instrumentos de muerte entre sus manos, antes o después los usará. ¿Y cómo se puede hablar de paz si la producción, la venta y el comercio de armas aumentan? Hoy, como en el tiempo de Herodes, las intrigas del mal, que se oponen a la luz divina, se mueven a la sombra de la hipocresía y del ocultamiento. ¡Cuántas masacres debidas a las armas ocurren en un silencio ensordecedor, a escondidas de todos! La gente, que no quiere armas sino pan, que le cuesta seguir adelante y pide paz, ignora cuántos fondos públicos se destinan a los armamentos. ¡Y, sin embargo, deberían saberlo!”.
Su Santidad imploró: “Que se hable sobre esto, que se escriba sobre esto, para que se conozcan los intereses y los beneficios que mueven los hilos de las guerras”.
“Isaías, que profetizaba al Príncipe de la paz, escribió acerca de un día en el que «no levantará la espada una nación contra otra»; de un día en el que los hombres «no se adiestrarán más para la guerra», sino que «con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas» (2,4). Con la ayuda de Dios, pongámonos manos a la obra para que ese día llegue”.
Paz para Tierra Santa
Una vez más, el Papa imploró la paz en Israel y Palestina, “donde la guerra sacude la vida de esas poblaciones”, extendió su abrazo a ambos países, en especial a las comunidades cristianas de Gaza y de toda Tierra Santa.
Reconoció que lleva en el corazón “el dolor por las víctimas del execrable ataque del pasado 7 de octubre” y renovó su llamamiento apremiante para la liberación de quienes aún están retenidos como rehenes. A su vez, suplicó “que cesen las operaciones militares, con sus dramáticas consecuencias de víctimas civiles inocentes, y que se remedie la desesperada situación humanitaria permitiendo la llegada de ayuda”.
“Que no se siga alimentando la violencia y el odio, sino que se encuentre una solución a la cuestión palestina, por medio de un diálogo sincero y perseverante entre las partes, sostenido por una fuerte voluntad política y el apoyo de la comunidad internacional”.
Paz en Siria, Yemen y el Líbano
Otro pensamiento del Pontífice fue dirigido a la población de la martirizada Siria, como también a la de Yemen, que sigue sufriendo. Asimismo, pensó “en el querido pueblo libanés y ruego para que pueda recuperar pronto la estabilidad política y social”.
Paz en la atormentada Ucrania
Con los ojos fijos en el Niño Jesús, Francisco imploró la paz para Ucrania. “Renovemos nuestra cercanía espiritual y humana a su martirizado pueblo, para que a través del sostén de cada uno de nosotros sienta el amor de Dios en lo concreto”, exhortó.
Paz entre Armenia y Azerabaiyán
Al pedir la paz definitiva entre Armenia y Azerbaiyán, solicitó “que la favorezcan la prosecución de las iniciativas humanitarias, el regreso de los desplazados a sus hogares de manera legal y segura, y el respeto mutuo de las tradiciones religiosas y de los lugares de culto de cada comunidad”.