Por: Luis Guillermo Gómez Batista
Una vez más el 11 de febrero se celebra la Jornada Mundial del Enfermo, instituido por el Papa Juan Pablo II en 1992 y celebrado por primera vez el 11 de febrero de 1993 en la memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes. Y, ¿cuál fue la intención del Papa polaco al crear esta Jornada Mundial? Esta respuesta la podemos encontrar en la carta de Juan Pablo II con motivo a la institución de la Jornada al Cardenal Fiorenzo Angelini diciendo así:
«El objetivo manifiesto de la Jornada Mundial del Enfermo es sensibilizar al pueblo de Dios y, por consiguiente, a las varias instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, ante la necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos; ayudar al enfermo a valorar, en el plano humano y sobre todo en el sobrenatural, el sufrimiento; hacer que se comprometan en la pastoral sanitaria de manera especial las diócesis, las comunidades cristianas y las familias religiosas; favorecer el compromiso cada vez más valioso del voluntariado; recordar la importancia de la formación espiritual y moral de los agentes sanitarios; y, por último, hacer que los sacerdotes diocesanos y regulares, así como cuantos viven y trabajan junto a los que sufren, comprendan mejor la importancia de la asistencia religiosa a los enfermos».
En este año, el Papa Francisco ha escrito una carta en la que se titula como «cuida de él», la compasión como ejercicio sinodal de sanación tomando de referencia la parábola del buen samaritano. Para quien desconoce del texto que nos muestra el evangelista Lucas en el capítulo 10 sobre esta parábola, consiste en que un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, es golpeado por varios ladrones hasta dejarlo al borde de la muerte. Durante la agonía del hombre herido pasó un sacerdote lo vio, no se acercó y siguió de largo. En un segundo momento pasó un levita e hizo lo mismo que el sacerdote. Y en un último momento, pasó un samaritano y al verlo, se compadeció, le curó las heridas y lo llevó a un posadero al día siguiente pagando dos monedas de plata y dejando la instrucción de cuidarlo hasta que vuelva. En resumen, la parábola del buen samaritano es el texto por excelencia sobre la práctica de la caridad hacia el prójimo. La pregunta problematizadora que rodea este pasaje evangélico es ¿quién es mi prójimo?, y Jesús va a responder con esta parábola.
Ahora, teniendo presente este episodio evangélico podemos entender que nos quiere enseñar el Papa Francisco con la carta para este 2023. El mensaje inicia diciendo que «la enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana…» Para esto, la mejor forma de acompañar a un enfermo en su experiencia es «caminar juntos según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura» con la propuesta del camino sinodal a ejemplo del buen samaritano.
Francisco en esa misma línea, prosigue diciendo que la experiencia del extravío, de la enfermedad y de la debilidad forman parte de nuestro camino de un modo natural, no nos excluyen del pueblo de Dios; al contrario, nos llevan al centro de la atención del Señor, que es Padre y no quiere perder a ninguno de sus hijos por el camino. Esto que el Pontífice comenta se muestra en el Antiguo Testamento, en uno de los oráculos del profeta Ezequiel, cuando el Señor dice: «Yo mismo apacentaré mis ovejas y las llevaré a descansar —oráculo del Señor—. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma… Yo las apacentaré con justicia». (Ezequiel 34,15-16).
La Encíclica Fratelli Tutti del Papa argentino enseña una lectura al tiempo de hoy de la parábola del buen samaritano, es decir, actualizada. La persona golpeada y abandonada en medio del camino, representa la condición en la que se deja a muchos hermanos y hermanas cuando más necesitados están de ayuda. Una de las condiciones más difícil es la condición del abandono, de la soledad. El mejor medicamento para eliminar esta atrocidad es un momento de atención, el movimiento interior de la compasión. De las tres personas que pasaron cerca del herido, el samaritano fue quien sintió compasión, se encargó del herido rompiendo la barrera cultural del desprecio y lo más importante, asistiéndolo como un hermano.
Y no solamente eso, sino que nunca se está preparado para la enfermedad. En una etapa de la vida, se llega a ser frágil porque la edad avanza y es aquí cuando se empieza a experimentar los momentos de soledad y se va perdiendo la esperanza en Dios. Situaciones de como cuando una persona deja de atender a otra porque son una responsabilidad para ellos. En dos palabras, la fragilidad y la vulnerabilidad, se apropia del ser humano. Es en ese momento que el buen samaritano debe salir para dar la atención misericordiosa, deteniéndose, acercándose, curando y levantando.
La Jornada Mundial del Enfermo no es sólo momento de oración y de estar cerca con los enfermos, sino como decía en el principio con el texto de Juan Pablo II de “sensibilizar al pueblo de Dios y, por consiguiente, a las varias instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, ante la necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos…” La misión de la Iglesia también consiste ser “hospital de campaña” para los refugiados, los marginados, los migrantes, para los jóvenes, para los alejados.
Ya han pasado tres años desde que inició la Pandemia COVID-19 y que causó la muerte de millones de personas relacionado a este virus. Por esto, no se puede olvidar a quienes trabajaron, lucharon (hasta los que dieron su vida) día y noche para cuidar a cada paciente que pasó por este momento de fragilidad y vulnerabilidad. Los médicos, enfermeras, y muchas personas de buena voluntad fueron samaritanos que estuvieron presentes en la situación de enfermedad de cada paciente, y por eso hay que agradecer siempre. También esta lucha se demostró en la búsqueda de estrategias y recursos para que cada ser humano tenga acceso al derecho fundamental a la salud.
Con las palabras «cuida de él» es que inicia el título del mensaje de Santo Padre y también son las palabras del buen samaritano que le dice al posadero al dejar al herido. En el lenguaje de Jesús de Nazaret sería así: «Anda y haz tú lo mismo». Francisco con Fratelli Tutti indica que lo que movió al buen samaritano fue nada más y nada menos que el amor. Un amor que lo empujó hacia el bien común, hacia la dignidad del enfermo. «Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor». No es válido solamente la funcionalidad y la productividad. En el centro del pueblo de Dios están las personas enfermas, que camina con ellos como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado.
Resumiendo en cinco ideas el mensaje sería: primero, la enfermedad es común a todos; segundo, el abandono es una atrocidad; tercero, la misión de la Iglesia es el cuidado; cuarto, gratitud y lucha por los derechos; y por último, no solamente es válido para quien produce. “Cuida de él” es la invitación que nos hace el Papa Francisco teniendo como modelo al buen samaritano siendo la compasión la herramienta para sanar la enfermedad de la soledad, del abandono con la propuesta de la sinodalidad. Jesucristo, el Buen Samaritano que se aproxima y se detiene en nuestra fragilidad, curando nuestras heridas y llevándonos en sus hombros nos guíe hacia la transformación de nuestro corazón, para llegar a ser “honrados ciudadanos y buenos cristianos” como dice Don Bosco.
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