Una peregrinación por los santuarios marianos de Europa es lo que están viviendo los fieles de la archidiócesis de Ozamiz, en Filipinas, para celebrar el Jubileo de su comunidad eclesial. Francisco les exhorta a “practicar las obras de misericordia” y a ser “administradores responsables de la creación”, recordándoles que el cuidado de los demás y el cuidado de la creación “están íntimamente ligados”.
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
Con ocasión del 50 aniversario de su actual Iglesia local, el Papa Francisco se reunió con los fieles de la archidiócesis de Ozamiz, en Filipinas. Para celebrar su Jubileo, han promovido una peregrinación a Europa por varios santuarios dedicados a la Virgen. El Papa agradece la iniciativa y afirma:
La peregrinación a los santuarios es una clara expresión de confianza en Dios. Los peregrinos llevan en su corazón su fe, su historia, sus alegrías, sus angustias, sus esperanzas y sus oraciones personales.
María antepone siempre a Jesús
En los santuarios, continúa Francisco, se produce el encuentro con el amor de Dios Padre y con su misericordia, y a menudo es la Virgen María quien lo manifiesta, nuestra Madre “que nos enseña a acoger a Dios en nuestra vida y que, precisamente porque es madre, sabe poner nuestras necesidades ante Jesús, como hizo con los novios en Caná”. Y a continuación añade el Papa:
Me gusta que el gesto de María, el que la retrata como es, es éste: en Caná ¿qué dijo? “¿Haced lo que Él os diga?”. María señala al Señor, siempre señala al Señor. Es un gesto materno, y generoso, porque nunca quiso ponerse en el centro, siempre… detrás del Señor.
Dejarse transformar por el encuentro con el Señor
María, subraya el Papa, nos muestra que ser discípulos de Jesús significa “escuchar su palabra, meditarla en el corazón y llevarla a los demás”. Como hizo con Isabel.
Podemos decir que la Virgen María fue la primera discípula misionera. Espero que esta peregrinación os ayude a cada uno de vosotros a ser como ella: discípulos misioneros transformados por el encuentro con el Señor y renovados en el celo de testimoniar su presencia, su compasión y su amor.